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Pero lo que realmente consolida como el verdadero canal de comunicación allerano
con el exterior, fue el Puerto de San Isidro en el siglo XIX, con la
construcción de una carretera que unía el valle principal con la cuenca del
Caudal. A raíz de esta novedosa y parca infraestructura viaria, comenzaron a
explotarse los primeros yacimientos carboníferos de Aller. De aquí en adelante
fue una expansión constante, aumentada en las últimas décadas del siglo con la
aparición del ferrocarril, que artículo los valles del Caudal y Lena.
La hulla allerana recibirá un importante impulso ante las facilidades para
conectar el valle de Aller con la principal vía asturiana, su historia fue de un
constante crecimiento. Pasado por la guerra civil española, el concejo de Aller
quedo enclavado como el resto del sector centro-oriental en la zona republicana,
situación en la que permaneció hasta casi la definitiva caída del frente norte
peninsular.
Paradójicamente la posguerra, con su autarquía económica, favoreció el resurgir
de la actividad minera, apareciendo nuevas modalidades de extracción, debido al
progresivo agotamiento de las minas de montaña, circunstancia que obligó a la
explotación de los pozos, concentrándose la población aún más en el fondo de los
valles y proliferando las construcciones de barriadas de protección oficial.
Todo esto ha traído un cambio significativo en los pueblos, pues muchos de ellos
fueron abandonados en las laderas de las montañas, como fue el caso de Boo, lo
que llega a provocar un desajuste en la organización administrativa existente,
creándose nuevas parroquias como fue el caso de Caborana.
La nueva política económica aperturista gravará la crisis económica del carbón
que dará lugar a la creación de Hunosa en 1967, resultante de la intervención
estatal. A partir de entonces, la actividad económica allerana entra en evidente
declive, sólo ralentizada por las buenas perspectivas que las tierras altas
ofrecen, para el sector turístico.
Fuente:Federacion Asturiana de Concejos
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